sábado, 21 de abril de 2012

Disneylandia

(Publicado en el Diario El Correo, edición impresa, el martes 03 de abril de 2012)

Somos, en todo el mundo, unos 7.000 millones de seres humanos. No somos 100 millones, ni 700, ni mil millones, que ya está bien; somos 7.000 millones, que es una cifra verdaderamente descomunal. Hay en el mundo gente como para parar todos los trenes del mundo y llenarlos una y otra vez. Hay gente como para alimentar continuamente las rutas migratorias, como para tentar continuamente los puntos débiles de las fronteras, como para originar revoluciones y guerras y estallidos de todas clases, como para arrasar la tierra que tendría que alimentarnos, como para nutrir los ejércitos y las mafias y los centros de investigación, como para producir miles de ipads en una hora y consumirlos en unos minutos. Hay gente para llenar los teatros y los hospitales y las facultades de medicina y los campamentos de refugiados. Hay gente para el turismo de lujo y para el basurero de la historia, que está en los cinturones de pobreza de las grandes urbes. Hay muchos bares llenos, y restaurantes y hoteles, y así, quienes van a los hoteles y a los restaurante tienen la agradable sensación de que todo va bien, porque todo está lleno. Todo lo que ven están lleno. Y tienen razón. Ellos pertenecen al sector de humanidad para el que las cosas van bien. Ellos son los que llenan los bares que están llenos y los restaurantes que tienen clientes y los hoteles que están ocupados. También es cierto que mucha gente ya no va a los bares ni a los hoteles ni casi a las playas, y que otra mucha gente no ha ido nunca, pero a estos no se les ve. Es que no están. Están en su casa, en su barrio, en un banco de una plaza escondida. Hay tanta gente que mucha de ella es invisible. Todo está lleno: también la cara oculta de la tierra. Hay gente para enviar a las misiones militares, y gente para la cárcel y gente para Disneylandia. Disneyland Paris ha celebrado su vigésimo cumpleaños con Shalma Hayek cortando el lazo de honor. Luego ha habido carrozas, luces, fuentes, música, bailes, magia, la magia de Disney, la deliciosa mezcla de fantasía y cursilería que nos ha empalagado la infancia. Somos hijos y nietos de Disney. Hemos sido criados por sus criaturas mágicas. Hemos sido educados por la factoría de tópicos y sueños, por el sueño americano en el país de los duendes, las sirenas y los reinos encantados. Disneylandia está lleno. Un planeta de siete mil millones de habitantes, un continente de 740 millones da cifras como estas: 250 millones de visitas en veinte años para Disneyland Paris, 59.000 millones de euros gastados por los visitantes en Francia, 14.000 empleados... Siete mil millones es una cifra que convierte la demografía en otra fuerza natural. Para que sigamos trayendo hijos al mundo, nos prometen Disneylandia. Ya se lo prometieron a nuestros padres. Pero la verdad, como se va viendo, es que nadie puede garantizarnos ni siquiera un puesto de trabajo.

Una artista, dos proyectos en uno: Esperanza D'Ors y las sirenas que provocaron a Ulises.

  Esperanza D'Ors tiene entre manos un proyecto que es dos proyectos: por un lado, el conjunto de esculturas que forman la parte princip...