lunes, 29 de febrero de 2016

INTELIGENCIA

Publico aquí bajo el título común de "Inteligencia" dos artículos que salieron en el diario El Correo en el mes de de febrero de 2016 y que están claramente relacionados entre sí. La versión para prensa era ligeramente más breve.
  A LO GRANDE
Somos tantos que todo sucede a lo grande: masacres, migraciones, redes de colaboración para el mal, incluso para el bien. En el precipitado huir de los que escapan de la guerra siria se han perdido 10.000 niños.. No uno ni mil, sino un ejército de niños que pueden estar con sus familiares o con el viejo Fagin, el personaje de Dickens multiplicado en versiones similares o aún más siniestras. 10.000 como los 10.000 soldados de la Anábasis de Jenofonte. Este es el gran déficit cognitivo de los políticos: trabajan con cifras en las que no pueden ver personas. Dice Félix de Azúa que casi todos los políticos son hegelianos. “¿Qué importancia tiene el hambre, el sufrimiento, la prisión del inocente, la sumisión del pueblo a la idiotez, ante el imparable progreso ideológico de la nación” ha escrito Azúa refieriéndose a Nicolás Maduro. Pero si cambiamos “progreso ideológico” por “progreso económico” la frase sirve para otros dirigentes, viejos conocidos nuestros. En todo caso ¿cómo actuar de otra manera con estas cifras? Las masas no tienen cara ni nombre. No así Marvin Minsky, que acaba de morir. Era uno de los padres de la ciencia informática y contribuyó a fundar este mundo en que se discute sobre inteligencia artificial y sobre inteligencia colectiva, que no es la suma de las inteligencias individuales sino algo más del mismo modo que el cerebro no es una mera colección sino una asociación de neuronas. La naturaleza inventó la inteligencia colectiva hace ya tiempo (el enjambre es más inteligente que cada una de las abejas) y ahora que los humanos vivimos conectados a redes de una envergadura antes ignorada se abre la posibilidad de una inteligencia grupal también desconocida. Al fin y al cabo estamos en el antropoceno, la era geológica en que el planeta debe muchos de sus rasgos a la acción de nuestra especie: el cambio climático, la presencia del plástico en cada rincón y en cada ecosistema, extinciones masivas y otros propicios acontecimientos. 
La globalización empezó a a afectar a la propia Naturaleza cuando se comenzaron a transplantar técnicas, cultivos, animales y virus (como el del zika) de un continente a otro. Cuando no había más que grupos de cazadores-recolectores la escala del grupo determinaba el tamaño de su impacto y de sus hazañas. Las matanzas eran pequeñas, las guerras locales, los descubrimientos casi siempre intrascendentes. La matanza más antigua de que tenemos constancia sucedió en Kenia, a unos 30 kilómetros del lago Turkana, donde 27 individuos fueron asesinados hace 10.000 años. En su tumba de lodo fueron encontrados durante el verano de 2012 por un equipo de paleontropólogos, que son gente muy dada a escarbar secretos no siempre agradables, como puede veerse. 10.000 años, 10.000 niños desparecidos en las cloacas de Europa, 250.000 muertos en la guerra de Siria y millones de muertos por guerra y por violencia y por injusticia en lo que llevamos de siglo, de siglos, de Historia. La capacidad humana para matar ha ido creciendo de forma paralela a nuestra capacidad de contar muertos. Del ábaco y el hacha de piedra a la era de las computadoras.

DECÍAMOS AYER
Mito o realidad, en todo caso anécdota apreciada por los biógrafos de Fray Luis de León, es el “decíamos ayer” con que el escritor del siglo XVI reanudó sus clases después de haber estado cinco años en prisión por traducir El Cantar de los Cantares y otros delitos semejantes. Alguien (que si no recuerdo mal era David Torres) recordaba el caso no hace mucho entre otros casos como el de Cervantes, a quien la administración de Felipe II tuvo un tiempito en” prisión preventiva” porque no estaban seguros de si había hecho bien su trabajo de recaudador de impuestos. Alguien (sí, David Torres) lo recordaba para ilustrar cómo ha tratado España a sus escritores a través de los siglos hasta llegar a éste en que se les pone boca abajo para recoger las monedas que caigan de sus bolsillos, aunque sean pocas. Decíamos ayer, es decir, la semana pasada, que la tecnología está abriendo hoy unas posibilidades extrañamente grandes a la creación de una inteligencia colectiva característicamente humana, aunque la inteligencia colectiva (y la locura colectiva) también existían ayer, aunque la naturaleza ya haya inventado otras formas de inteligencia colectiva a lo largo de los milenios. En el famoso Instituto Tecnológico de Massachussets le prestan mucha atención al tema, pero su director, Thomas Malone, avisa de que también existe la estupidez colectiva. Supongo que todo dependerá de lo que se ponga en red, de las reglas del juego y de la capacidad de cuestionarlas. A veces, aunque podría parecer raro, es difícil distinguir la inteligencia de la estupidez porque ésta última adopta la forma de la astucia y de la cuquería. En fin, cuando la inteligencia colectiva y las intrigas viajaban en papel se creaban unas redes lentas, porque el papel lo tenía que llevar alguien por los caminos. Ahora la estupidez, la inteligencia, el mal y el bien viajan por las redes de Movistar y otras similares, y en México, por cierto, a la velocidad de la luz como si dijéramos, o al menos 100 veces más rápido que el WIFI. (El matemático Arturo Campos, a quien ya se apoda el Steve Jobs mexicano, no ha inventado el LIFI pero ha resuelto los problemas de su comercialización y ha llevado ésta a la práctica.) El tiempo se ha vuelto rápido, ayer es la semana pasada y las redes, Internet, la Gürtel o la Pünica, también las redes familiares (ministros del petróleo cuyos hermanos montan negocios en el sector y cosas así) actúan a través del teléfono (móvil), del correo electrónico, de whatsapp. ¿Esto, que ya se hacía ayer pero hoy se hace más rápido, es inteligencia colectiva o lo otro? Como no desarrollemos una conciencia de la especie como patria común me parece que nos iremos al desastre junto con la globalización. Hay también, es cierto, otra clase de redes: las creadas por las ONGs que presionan para extender una cultura de los derechos humanos a todo el planeta y hacerla efectiva. El progreso técnico no asegura el progreso moral. Hubo un tiempo en que se creyó que irían juntos, pero eso fue antes de ayer y desde entonces han llovido muchas bombas.



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