A LO GRANDE
Somos
tantos que todo sucede a lo grande: masacres, migraciones, redes de
colaboración para el mal, incluso para el bien. En el precipitado
huir de los que escapan de la guerra siria se han perdido 10.000
niños.. No uno ni mil, sino un ejército de niños que pueden estar
con sus familiares o con el viejo Fagin, el personaje de Dickens
multiplicado en versiones similares o aún más siniestras. 10.000
como los 10.000 soldados de la Anábasis de Jenofonte. Este es el
gran déficit cognitivo de los políticos: trabajan con cifras en las
que no pueden ver personas. Dice Félix de Azúa que casi todos los
políticos son hegelianos. “¿Qué importancia tiene el hambre, el
sufrimiento, la prisión del inocente, la sumisión del pueblo a la
idiotez, ante el imparable progreso ideológico de la nación” ha
escrito Azúa refieriéndose a Nicolás Maduro. Pero si cambiamos
“progreso ideológico” por “progreso económico” la frase
sirve para otros dirigentes, viejos conocidos nuestros. En todo caso
¿cómo actuar de otra manera con estas cifras? Las masas no
tienen cara ni nombre. No así Marvin Minsky, que acaba de morir. Era
uno de los padres de la ciencia informática y contribuyó a fundar
este mundo en que se discute sobre inteligencia artificial y sobre
inteligencia colectiva, que no es la suma de las inteligencias
individuales sino algo más del mismo modo que el cerebro no es una
mera colección sino una asociación de neuronas. La naturaleza
inventó la inteligencia colectiva hace ya tiempo (el enjambre es más
inteligente que cada una de las abejas) y ahora que los humanos
vivimos conectados a redes de una envergadura antes ignorada se abre
la posibilidad de una inteligencia grupal también desconocida. Al
fin y al cabo estamos en el antropoceno, la era geológica en que el
planeta debe muchos de sus rasgos a la acción de nuestra especie: el
cambio climático, la presencia del plástico en cada rincón y en
cada ecosistema, extinciones masivas y otros propicios acontecimientos.
La globalización empezó a
a afectar a la propia Naturaleza cuando se comenzaron a transplantar
técnicas, cultivos, animales y virus (como el del zika) de un
continente a otro. Cuando no había más que grupos de cazadores-recolectores la
escala del grupo determinaba el tamaño de su impacto y de sus hazañas. Las
matanzas eran pequeñas, las guerras locales, los descubrimientos
casi siempre intrascendentes. La matanza más antigua de que tenemos
constancia sucedió en Kenia, a unos 30 kilómetros del lago Turkana,
donde 27 individuos fueron asesinados hace 10.000 años. En su tumba de lodo fueron encontrados durante el verano de 2012 por un equipo de paleontropólogos, que son gente muy dada a escarbar secretos no siempre agradables, como puede veerse. 10.000 años,
10.000 niños desparecidos en las cloacas de Europa, 250.000 muertos
en la guerra de Siria y millones de muertos por guerra y por violencia y por
injusticia en lo que llevamos de siglo, de siglos, de Historia. La
capacidad humana para matar ha ido creciendo de forma paralela a
nuestra capacidad de contar muertos. Del ábaco y el hacha de piedra
a la era de las computadoras.
DECÍAMOS AYER
Mito
o realidad, en todo caso anécdota apreciada por los biógrafos de
Fray Luis de León, es el “decíamos ayer” con que el escritor
del siglo XVI reanudó sus clases después de haber estado cinco años
en prisión por traducir El Cantar de los Cantares y otros delitos
semejantes. Alguien (que si no recuerdo mal era David Torres) recordaba el caso no hace mucho entre otros
casos como el de Cervantes, a quien la administración de Felipe II
tuvo un tiempito en” prisión preventiva” porque no estaban seguros
de si había hecho bien su trabajo de recaudador de impuestos.
Alguien (sí, David Torres) lo recordaba para ilustrar cómo ha tratado España a sus
escritores a través de los siglos hasta llegar a éste en que se les
pone boca abajo para recoger las monedas que caigan de sus bolsillos,
aunque sean pocas. Decíamos ayer, es decir, la semana pasada, que la
tecnología está abriendo hoy unas posibilidades extrañamente
grandes a la creación de una inteligencia colectiva
característicamente humana, aunque la inteligencia colectiva (y la locura colectiva) también existían ayer, aunque la naturaleza ya haya inventado
otras formas de inteligencia colectiva a lo largo de los milenios. En
el famoso Instituto Tecnológico de Massachussets le prestan mucha
atención al tema, pero su director, Thomas Malone, avisa de que
también existe la estupidez colectiva. Supongo que todo dependerá
de lo que se ponga en red, de las reglas del juego y de la capacidad
de cuestionarlas. A veces, aunque podría parecer raro, es difícil
distinguir la inteligencia de la estupidez porque ésta última
adopta la forma de la astucia y de la cuquería. En fin, cuando la
inteligencia colectiva y las intrigas viajaban en papel se creaban
unas redes lentas, porque el papel lo tenía que llevar alguien por
los caminos. Ahora la estupidez, la inteligencia, el mal y el bien
viajan por las redes de Movistar y otras similares, y en México, por cierto, a la
velocidad de la luz como si dijéramos, o al menos 100 veces más
rápido que el WIFI. (El matemático Arturo Campos, a quien ya se
apoda el Steve Jobs mexicano, no ha inventado el LIFI pero ha
resuelto los problemas de su comercialización y ha llevado ésta a
la práctica.) El tiempo se ha vuelto rápido, ayer es la semana
pasada y las redes, Internet, la Gürtel o la Pünica, también las
redes familiares (ministros del petróleo cuyos hermanos montan
negocios en el sector y cosas así) actúan a través del teléfono
(móvil), del correo electrónico, de whatsapp. ¿Esto, que ya se hacía ayer pero hoy se hace más rápido, es
inteligencia colectiva o lo otro? Como no desarrollemos una
conciencia de la especie como patria común me parece que nos iremos
al desastre junto con la globalización. Hay también, es cierto,
otra clase de redes: las creadas por las ONGs que presionan para
extender una cultura de los derechos humanos a todo el planeta y
hacerla efectiva. El progreso técnico no asegura el
progreso moral. Hubo un tiempo en que se creyó que irían juntos,
pero eso fue antes de ayer y desde entonces han llovido muchas
bombas.