Supongo que si Lewis Allan Reed hubiera tenido un gran deseo de vivir hasta los 90 se habría pasado la vida cuidándose. Lo que está claro es que ese deseo no lo tenía cuando era joven. En fin, cada uno vive como puede, como sabe, cómo dictan las leyes de la realidad y de la genética, y esta clase de muerto es de los que se acostumbraron tarde a vivir, cuando ya han quemado unos cuantos años en la pira funeraria de la vida. Él mismo dijo, no hace demasiado tiempo, que no sabía cómo estaba vivo. Eso era cuando le había cogido afición a la cosa y practicaba tai chi, pero los años quemados ya habían acortado la secuencia posible, el monto total de su existencia.
Lou Reed no se murió de sobredosis allá por los 70, que es lo que todo el mundo esperaba. No tuvo una muerte violenta y extraña como su mentor y amigo Andy Warhol. Se murió de los efectos retardados de la mala vida, de entretejer la vida y el rock, la poesía y la vida en una experiencia unificada desde la consolidación del arquetipo del músico que toca en la parte oscura de la calle, donde están los perdedores y los marginados. Se murió de ese arquetipo, de encarnar la figura del “poeta eléctrico” (Diego Manrique dixit) que camina por el lado salvaje, aunque con los años hubiera dejado el lado salvaje para seguir viviendo un poco (en el lado salvaje no se dura mucho, y el que sobrevive a los años furiosos luego se muda a otro sitio).
Dicen que él y John Cale hicieron del rock un arte adulto con la Velvet Underground. Luego se pelearon y se reunieron de nuevo tras la muerte de Andy Warhol sólo para hacer un disco homenaje dedicado a este último, Songs for Drella.
Lo primero que pasótras la muerte de Lou es que la Red se llenó de un oleaje de comentarios y reacciones , de venganzas y de elegías . Manuel Vilas dejó caer como bombas algunas de sus frases característicamente emocionales , hiperbólicas , encendidas por el tono de la exaltación y el duelo , mientras que José Luis Piquero aportó en su muro de Facebook algún dato sobre lo odioso que podía llegar a ser el viejo Lou. Lo hizo porque no soporta las hagiografías . “La obra no ha muerto . Sigo con Lou Reed. Con la música de Lou Reed. “ ha dicho Piquero. Y luego ha añadido : “Pero no me pidáis que me eche a llorar a gritos como si se hubiera muerto mi padre”.
Lou Reed murió cuandoquedaban tan sólo cuatro días para la noche de Halloween y un poco más que eso para el Día de Todos los Santos (All Saint's Day en inglés , también All Hallows). Aunque su familia era judía y él no era nada, ya podemos ponerlo en la Santa Compaña de muertos universales . Podemos sacarlo a pasear la noche de difuntos con la cara de momia desagradable que se había fabricado a base de drogas y de rock and roll y de ser tan, tan borde y tan, tan genial como fue mientras estuvo vivo y estuvo construyendo su obra , dentro de la cual estaba el personaje que era él mismo . Podemos escuchar su música (y sus palabras; su música , dicen por ahí , tampoco era tan grande como para salvarse sola, pero están las palabras) y podemos escucharle todo el año , porque los muertos famosos, que a ntes dejaban cartas y retratos, ahora persisten en un mundo virtual lleno de su presencia . Seguiremos escuchandole y otros lo seguirán haciendo después de nosotros . Otros cantantes que venden muchos más discos y convocan mucho más público que Lou van a dejar espectros menos resistentes . Es así .
Lo primero que pasó
Lou Reed murió cuando