The World III - El Mundo III Técnica mixta: ceras, lapiz, acuarelas chungas y photoshop
lunes, 17 de junio de 2013
domingo, 16 de junio de 2013
sábado, 15 de junio de 2013
TODOS ZOMBIS
En
tiempos de cambio y zozobra, el lenguaje (ese gran campo de
fluctuaciones) tiene que adaptarse a inusuales excrecencias de lo
real. Por ejemplo, los trabajadores que trabajan pero no cobran
reciben el nombre de “trabajadores zombis”. No se incluye aquí a
quienes trabajan cuidando de otras personas, organizando,
gestionando, haciendo diferentes tareas dentro de la familia. No,
esas personas, con frecuencia bastante “zombificadas”, ya sabemos
que no cobran ni van a cobrar como no sea en especie. El nombre se
destina a los asalariados que no reciben su salario pero siguen yendo
a la oficina, al taller, a su puesto, a ver si la cosa se arregla, a
ver si las cosas vuelven a su cauce.
Un
asalariado que no cobra es una pura paradoja, lo mismo que un muerto
viviente. Le mantiene vivo su deseo (más que su esperanza) de que
todo vuelva a esa normalidad que creíamos regida por una ley cósmica
inmutable pero que ha mutado, se ha derretido y ahora, bajo su nueva
apariencia, nos parece tan normal como los relojes blandos de Dalí.
En el lugar de la normalidad de ayer tenemos hoy toda clase de
fenómenos extraños. Por ejemplo, la fiebre de las administraciones
públicas por cortar y recortar ¿no tiene efectos perversos? ¿No es
a menudo contraproducente? Por sus proporciones o por su dirección,
ha dejado de ser un sano propósito (si alguna vez lo fue) y se ha
convertido en una enfermedad. Siempre se corta por el mismo sitio (la
base) y a base de insistir, la amputación es inevitable.
En
el País Vasco, Osakidetza ha tenido que soltar dos millones de euros en el año 2012 para indemnizar a todas las víctimas de las
negligencias médicas. Aparte de otras consideraciones inquietantes,
podríamos pensar que esos dos millones de euros hubieran estado
mejor empleados si no hubieran sido la compensación por los
desaguisados cometidos, ya que antes se habrían gastado en puestos
de trabajo y otras minucias capaces de reducir mucho las condiciones
que dan lugar a los desaguisados. Es muy peligroso tener trabajadores
zombis por los pasillos de los hospitales, ya sea porque no cobran,
ya porque meten demasiadas horas extra. Cuando se meten muchas horas
extra se termina metiendo la pata.
La
paranormalidad social es lo que se nos quiere vender como una nueva
normalidad donde lo contraproducente crece, lo absurdo sonríe (con
la sonrisa del gato de Chesire) y lo insostenible es ley. El lenguaje
político, una vez más, repite sin fin ese juego de trileros en el
que nunca sabes qué vas a encontrar cuando levantes la bella frase o
el justo lema y mires debajo. El lenguaje de la calle contiene más
verdad en el juego de combinaciones con el que trata de mantenerse al
día produciendo nuevos términos a base de metáforas y tropos
diversos. He conocido ya varios trabajadores zombis y el final de la
historia suele ser que acuden al Fondo de Garantía Salarial, que no
da abasto. Aguantan todo lo que pueden por la sencilla razón de que
no encuentran otra cosa y aguantan el tipo tratando de que sus
vecinos no se den cuenta de que están atrapados en la maldición del
palo que ya se siente y la zanahoria fantasma. Van y vienen de casa a
la oficina y de la oficina a casa. Van y vienen. Están muertos pero
no lo saben.
Todo
el mundo resiste, todos aguantamos bajo algún paraguas que aguanta o
que está a punto de ceder mientras arrecia el aguacero. Nos
quejábamos de los sueldos de 1000 euros y ahora nos quieren
convencer de que un sueldo de 500 euros es normal, salvo para
políticos, altos directivos y altos funcionarios. Alguien se está
pasando de la raya y la cuerda se está tensando mucho. Un mes
después de que se creara la Sareb (Sociedad de Gestión de Activos
de la Reestructuración Bancaria), algo así como el banco malo
español, nos enteramos de que los 15 miembros del Consejo de
Administración habian ganado ya, ellos solitos, 142.917 euros. Al
mismo tiempo, la propaganda oficial nos induce a aceptar no ya los
“minijobs” (eso es para alemanes) sino la jornada completa a
precio de saldo.
La
convergencia con Europa está resultando otro contradiós en el que
los países del sur tienen que sacrificarlo todo salvo los sueldos de
los que cobran mucho, en tanto otros muchos hacen como que cobran. La
educación y la sanidad, la investigación y el conocimiento, que son
las inversiones básicas sobre las que se sostiene un país, son para
los gobiernos del día otros tantos gastos a los que hay que meterles
la rotaflex más que la tijera. Como resultado, tiemblan los pilares
del mundo que conocíamos y Mad Max aparece al fondo de la carretera.
Vamos y venimos. Mucha gente que antes iba de la oficina al centro
comercial ahora va del centro comercial a la oficina del paro. Quien
puede va y viene entre el centro comercial y el puesto de trabajo.
Estamos muertos pero no lo sabemos. Este es un mundo de zombis. Igual
es que antes también lo era.
Versión para este Blog de un artículo publicado en el diario El Correo el día 4-6-2013)
martes, 4 de junio de 2013
Europa
Quién
nos iba a decir que nos iba a preocupar Europa, y que hasta nos iba a
doler, con el dolor que producen el IVA y la anemia de los salarios.
Europa era un ente con relación al cual se votaba de vez en cuando y
participaba menos de la mitad del censo electoral. Luego todo seguía
su curso en esa constelación de bancos, países y burócratas donde
parecía que la prosperidad estaba asegurada. Ahora Europa es uno de
los nombres de la crisis, una de sus facetas peculiares, en parte por
los bancos y en parte por los burócratas, por los partidos y por los
clientes de los partidos, por lo que hace la política y por lo que
deja de hacer.
Europa padece una enfermedad crónica originada en las mutaciones cancerígenas del capitalismo. Los críticos del proyecto europeo se quejaban de que era de los comerciantes. Nos hubiera ido mejor en la Europa de los comerciantes. Esta es de los poderes financieros, la ingenería financiera y la magia financiera que hace desaparecer el dinero en un punto del planeta y lo hacer reaparecer en otro instantáneamente, para perder por el camino los impuestos que todos los siervos de la gleba virtual (que es también el dinero) no nos podemos sacudir de encima. La Europa del Bienestar, con mayúscula, que era seña identitaria y prueba de la suspensión de hostilidades entre clases, se ha convertido en una pesadilla kafkiana, un enredo absurdo hecho a la medida del sentido del humor de no sé sabe qué divinidades postmodernas.
Europa ha sido muchas cosas. Ha sido mito para darles a los pintores europeos la posibilidad de pintar mujeres desnudas y ha sido una guerra pavorosa que se reactivaba a lo largo de los siglos con creciente innovaciones técnicas. Ha sido Roma y el Sacro Imperio Romano-Germánico, el Danubio y el Sena, el Renacimiento italiano y el Tercer Reich, el encuentro de España con América, y luego, el drenaje de todo el continente hacia el mundo para drenar los recursos del mundo. Ahora Europa resuelve sus peleas en esa comunidad de vecinos que es la Comisión, bajo la férula de una gobernanta que guarda las llaves de la bodega en el corpiño o en el bolsillo del chándal. Europa ha anunciado de nuevo que va a combatir los búnkeres fiscales por los que se le va la fuerza y se desangra el mundo. En los búnkeres fiscales, hechos para que el capital se pueda mover a gusto y la justicia no pueda entrar, se filtra el dinero y se cocinan los productos tóxicos que arruinan al pequeño ahorrador. Los búnkeres fiscales consiguen que los ricos no paguen impuestos y que los países en desarrollo no se desarrollen. Los principales son dos: uno está en Manhatan. El otro es Londres. Es tener al zorro en el gallinero, sí, sólo que, en este caso, da igual después de todo que el zorro esté fuera o dentro.
(Publicado en el diario El Correo el 21 de mayo de 2013)
Europa padece una enfermedad crónica originada en las mutaciones cancerígenas del capitalismo. Los críticos del proyecto europeo se quejaban de que era de los comerciantes. Nos hubiera ido mejor en la Europa de los comerciantes. Esta es de los poderes financieros, la ingenería financiera y la magia financiera que hace desaparecer el dinero en un punto del planeta y lo hacer reaparecer en otro instantáneamente, para perder por el camino los impuestos que todos los siervos de la gleba virtual (que es también el dinero) no nos podemos sacudir de encima. La Europa del Bienestar, con mayúscula, que era seña identitaria y prueba de la suspensión de hostilidades entre clases, se ha convertido en una pesadilla kafkiana, un enredo absurdo hecho a la medida del sentido del humor de no sé sabe qué divinidades postmodernas.
Europa ha sido muchas cosas. Ha sido mito para darles a los pintores europeos la posibilidad de pintar mujeres desnudas y ha sido una guerra pavorosa que se reactivaba a lo largo de los siglos con creciente innovaciones técnicas. Ha sido Roma y el Sacro Imperio Romano-Germánico, el Danubio y el Sena, el Renacimiento italiano y el Tercer Reich, el encuentro de España con América, y luego, el drenaje de todo el continente hacia el mundo para drenar los recursos del mundo. Ahora Europa resuelve sus peleas en esa comunidad de vecinos que es la Comisión, bajo la férula de una gobernanta que guarda las llaves de la bodega en el corpiño o en el bolsillo del chándal. Europa ha anunciado de nuevo que va a combatir los búnkeres fiscales por los que se le va la fuerza y se desangra el mundo. En los búnkeres fiscales, hechos para que el capital se pueda mover a gusto y la justicia no pueda entrar, se filtra el dinero y se cocinan los productos tóxicos que arruinan al pequeño ahorrador. Los búnkeres fiscales consiguen que los ricos no paguen impuestos y que los países en desarrollo no se desarrollen. Los principales son dos: uno está en Manhatan. El otro es Londres. Es tener al zorro en el gallinero, sí, sólo que, en este caso, da igual después de todo que el zorro esté fuera o dentro.
(Publicado en el diario El Correo el 21 de mayo de 2013)
lunes, 3 de junio de 2013
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