lunes, 23 de julio de 2012

Trabajo


Los trabajadores, como somos la mayoría de la humanidad, somos muchísimos y muy variados y no nos ponemos de acuerdo. Las rentas del capital son menos gente y tienen muy claros sus intereses. Las rentas del trabajo abarcan un espectro tan amplio de niveles socioculturales y modos de vida, de gentes de todo el planeta que no se conocen de nada, que es muy fácil acentuar las viejas divisiones y crear otras nuevas. Así, quienes pagamos la crisis y los impuestos, quienes pagamos el crecimiento económico y la competitividad y el pato, somos los trabajadores de diferente especialidad, nivel y condición. Pagamos con la vida. Es la vida, gran parte de ella, la que se entrega a cambio del salario. Pero las cosas pueden ser aún más drásticas. De vez en cuando, como un goteo que es parte de la banda sonora de la realidad, aparecen en los medios de comunicación esas noticias sobre trabajadores a los que ha matado su trabajo. El trabajo no debería matar. El trabajo debería ser otra cosa. La gente quiere trabajar para vivir, y el trabajo debería estar al servicio de la vida y no de los balances de las multinacionales. El domingo por la noche me acosté con el titular “Tu Iphone está fabricado por niños de 13 años que trabajan 16 horas al día por 70 centavos a la hora”.  Faltaban pocas horas para que muriera en Galdakao un trabajador de 32 años. En Asia, los enormes beneficios de las grandes compañías salen directamente de la vida de la gente, como el agua de un pozo que se explota hasta el agotamiento. No es gran parte de su tiempo el que quieren las fábricas asiáticas; sino todo su tiempo.. Es el tiempo de la vida, todo el tiempo de la vida, el que se utiliza en la jornada laboral, y sólo quedan fuera las horas imprescindibles para las necesidades biológicas. Es el tiempo de que está hecha esta gente lo que succionan las empresas que fabrican nuestros teléfonos móviles y nuestras zapatillas de marca, y los artilugios, caros o baratos, y la ropa de los pobres de occidente, que, muy a menudo, no pueden elegir qué ropa comprar. Es la salud de esos trabajadores que mueren de su trabajo, de las condiciones de trabajo, allá en Asia, sin que sean noticia en nuestros periódicos, lo que hace crecer los beneficios de los accionistas. El problema de los asiáticos es su trabajo: el nuestro, el paro (es decir, el trabajo). Ayer, el último boletín económico del Banco de España decía lo mismo que dicen todos los informes: 2012 va a ser un año de contracción económica, de recesión y más paro. En Barakaldo, que es la esencia de la Bizkaia fabril reconvertida al sector servicios con sueldos de 800 euros y un gran centro de exposiciones deficitario, en Barakaldo cuatro familias son desahuciadas semanalmente por no poder pagar la hipoteca o los impuestos municipales. Las ayudas sociales en apenas dos años se han quedado en la mitad. Y la distancia entre un trabajador en activo y uno en paro es quizás mayor que la distancia entre un trabajador vivo y un trabajador muerto.

Publicado en el diario El Correo en enero de 2012


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