miércoles, 1 de agosto de 2012

Festivales y mercados


Tengo la intención de veranear en Euskadi. Lo más lejos que pienso ir es a Donostia. También voy a pasar el verano en el país de la música. Se puede pasar el verano muy bien en el país de la música por poco dinero. No hace falta agitar el cuerpo y la mente (que son dos facetas de una misma cosa) danzando por los festivales. ¿Para qué moverse, si ya se mueven el cielo y la tierra y el tiempo? Si queremos festivales, aquí mismo, sin movernos mucho, tenemos el BBK Live Festival y el Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz y el Festival de Jazz de San Sebastián. Luego tenemos las fiestas con sus ofertas musicales y las salas pequeñas y los locales alternativos. Pero si aun queremos gastar menos dinero y menos tiempo, si no tenemos mucha energía que gastar o nos sobra y necesitamos más música, siempre nos queda Spotify. Spotify es el Festival continuo donde coinciden los pobres y los ricos, la música de la sala de tu casa, de las mañanas y las tardes y de las noches despiertas. Estoy escuchando a Mark Lanegan, que es uno de mis cantantes favoritos (por detras, eso sí, de Nick Cave y de Tom Waits) y claro, la música se va metiendo en la letra, la letra en la letra, la letra en la página y lo va empapando todo. Ha sido una debilidad dejar sonando la música. No se piensa igual con música que sin ella. Tendría que borrarla del aire y empezar de nuevo. Pero la música ya se ha metido en el día. El día va a ser un festival de música. Con el último disco de Lanegan lo que hay que hacer es eliminar esa canción en la que rinde homenaje a la música disco, y luego dos de las más “tecno” (homenaje a esos años ochenta que vuelven para destrozar canciones; recuerden lo que le hicieron a Leonard Cohen) y nos queda un album bastante apañado, aunque quizás no tan potente como Bubblegum. Todo esto se consigue con una lista de reproducción personalizada. Yo voy a personalizarme el verano a base de música y  libros y películas. En estos terrenos, la búsqueda y la elección nos permiten encontrar a nuestra dispersa tribu espiritual por todo el mundo.  Acabo de ver Whitnail and I, película inglesa de culto del año 87 inencontrable en el mercado donde se supone que todo se encuentra. No me pregunten cómo la he conseguido. El país del verano es personalizable. Ojalá eso quisiera decir que es de las personas. Hay también un mercado del verano que nos invita a “personalizarlo” como si fuera una camiseta: comprando dentro de la oferta limitada de imágenes del paraíso. Los mercados venden libertad, pero no son de la libertad. Alfredo Pérez Rubalcaba, que es muy listo, ha expresado el sentir de muchos al decir que Rajoy y su Gobierno han demostrado no entender como funcionan. “Llegaron a creer que los mercados (...) eran de derechas y tratarían bien a un Gobierno de derechas, y no saben que los mercados son de la avaricia". Esa era la gran promesa electoral que flotaba en una capa misteriosa y poderosa por debajo de las promesas de Rajoy. Todos nos la creimos un poco porque, claro, todos creíamos, en el fondo o a menos profundidad, que los mercados son de derechas. Lo desconcertante es que el Gobierno creyera lo mismo. Ahora está desconcertado. “El caos florece”, canta Mark Lanegan. Y todo se va, se va yendo con la música a otra parte.

(Publicado en prensa con el título El país de la Música)

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