Tengo la
intención de veranear en Euskadi. Lo más lejos que pienso ir es a
Donostia. También voy a pasar el verano en el país de la música.
Se puede pasar el verano muy bien en el país de la música por poco
dinero. No hace falta agitar el cuerpo y la mente (que son dos
facetas de una misma cosa) danzando por los festivales. ¿Para qué
moverse, si ya se mueven el cielo y la tierra y el tiempo? Si
queremos festivales, aquí mismo, sin movernos mucho, tenemos el BBK
Live Festival y el Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz y el Festival
de Jazz de San Sebastián. Luego tenemos las fiestas con sus ofertas musicales y las salas pequeñas y los locales
alternativos. Pero si aun queremos gastar menos dinero y menos
tiempo, si no tenemos mucha energía que gastar o nos sobra y necesitamos más
música, siempre nos queda Spotify. Spotify es el Festival continuo
donde coinciden los pobres y los ricos, la música de la sala de tu
casa, de las mañanas y las tardes y de las noches despiertas. Estoy
escuchando a Mark Lanegan, que es uno de mis cantantes favoritos (por
detras, eso sí, de Nick Cave y de Tom Waits) y claro, la música se
va metiendo en la letra, la letra en la letra, la letra en la página
y lo va empapando todo. Ha sido una debilidad dejar sonando la
música. No se piensa igual con música que sin ella. Tendría que
borrarla del aire y empezar de nuevo. Pero la música ya se ha metido
en el día. El día va a ser un festival de música. Con el último
disco de Lanegan lo que hay que hacer es eliminar esa canción en la
que rinde homenaje a la música disco, y luego dos de las más
“tecno” (homenaje a esos años ochenta que vuelven para destrozar
canciones; recuerden lo que le hicieron a Leonard Cohen) y nos queda
un album bastante apañado, aunque quizás no tan potente como
Bubblegum. Todo esto se consigue con una lista de reproducción
personalizada. Yo voy a personalizarme el verano a base de música y
libros y películas. En estos terrenos, la búsqueda y la elección
nos permiten encontrar a nuestra dispersa tribu espiritual por todo
el mundo. Acabo de ver Whitnail and I, película inglesa de
culto del año 87 inencontrable en el mercado donde se supone que
todo se encuentra. No me pregunten cómo la he conseguido. El país
del verano es personalizable. Ojalá eso quisiera decir que es de las
personas. Hay también un mercado del verano que nos invita a
“personalizarlo” como si fuera una camiseta: comprando dentro de
la oferta limitada de imágenes del paraíso. Los mercados venden
libertad, pero no son de la libertad. Alfredo Pérez Rubalcaba, que
es muy listo, ha expresado el sentir de muchos al decir que Rajoy y
su Gobierno han demostrado no entender como funcionan. “Llegaron a
creer que los mercados (...) eran de derechas y tratarían bien a un
Gobierno de derechas, y no saben que los mercados son de la
avaricia". Esa era la gran promesa electoral que flotaba en una
capa misteriosa y poderosa por debajo de las promesas de Rajoy. Todos
nos la creimos un poco porque, claro, todos creíamos, en el fondo o
a menos profundidad, que los mercados son de derechas. Lo
desconcertante es que el Gobierno creyera lo mismo. Ahora está
desconcertado. “El caos florece”, canta Mark Lanegan. Y todo se
va, se va yendo con la música a otra parte.
(Publicado en prensa con el título El país de la Música)
(Publicado en prensa con el título El país de la Música)