Estoy mirando una fotografía en la que se ve una manifa, parte de una manifa (diario El Correo, 24-09-2012). En el centro del encuadre, una pancarta. En la pancarta, una frase, o dos: casas sin gente, gente sin casas; no vas a tener casa en la puta vida. Esto es concisión. Y expresividad. La primera frase demuestra que la retórica sirve para decir más cosas en menos espacio, lo mismo que se puede usar para no decir nada usando mucho espacio. La segunda sale del tumulto del corazón, del corazón colectivo hecho de la suma de muchos órganos individuales que laten con su tristeza y su furia. Así producen el ritmo punk de la frase, su descaro, su insobornable desesperanza.
No hay nada peor que la falta de esperanza para eso que llamamos cohesión social. La falta de esperanza es un producto disolvente. La falta de esperanza de quienes piensan (y con razón) que no van a tener casa o trabajo o un sueldo digno. ¿Qué quiere la gente? Algunos quieren hacerse ricos, y los ricos generalmente quieren serlo más, pero la mayoría quiere sólo una casa (la guarida, el abrigo, el territorio personal) y una vida que merezca ese nombre. Un poco de horizonte. Si la falta de esperanza es buena para algo, lo será para la revolución. Desde luego no irradia felicidad ni contribuye al clima más o menos sólido de hipócrita y necesaria concordia en el que la sociedad funciona cuando funciona. Cuando hay mucha gente fuera del sistema, la concordia se acaba. Mucho paro. Mucho “no tendrás casa”. Nunca se sabe dónde puede ir a parar toda la frustración y toda la vida contrariada. El partido nazi alemán se llenó de vida contrariada. Era su energía elemental, su poderoso biocombustible.
En la comunidad autónoma vasca hay 84.890 viviendas vacías. Son muchas viviendas vacías. Más de 26.000 son segundas residencias. También hay 97.800 personas entre 18 y 44 años que no tienen ni siquiera una primera residencia. Tiene que vivir en la casa de sus padres, que no es la suya. No han podido dejar la casa de sus padres, donde los depositó la vida, para hacerse una vida propia. Estos datos se refieren a la gente que, tal como están las cosas, puede pensar que no va a tener una casa en la p. vida, pero no a los que han tenido una casa y se han quedado en la p. calle. Los datos, los fríos datos forman torbellino de pinceladas y pintadas expresionistas. La cuestión es si la misma clase política que es responsable de pasadas leyes del suelo y otros pecadillos será capaz de darse cuenta de que ahora hay que hacer aquello que no se hizo antes para poder hacer otra cosa porque, al fin y cabo, todo iba tan bien...Esto del deshaucio express es un paño caliente más bien tibio. Solo un parque de vivienda pública en régimen de alquiler puede hacer del artículo 47 de la Constitución algo distinto de una burla y desinflar esa otra burbuja inmobiliaria, la del alquiler, que parece controlada por vampiros.
lunes, 1 de octubre de 2012
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