Las pateras salen de Africa cargadas de mercancía, pero la mercancía
que traen empieza a sobrar en Europa. Estamos oyendo el lento avance
del hambre. De Grecia nos empezaron a llegar historias sobre ese
viejo monstruo, el viejo monstruo que aparece una y otra vez en las
leyendas populares donde la gente no sólo ponía el mundo fantástico
de los espíritus, sino el mundo atroz de las malas cosechas. María
José Tomé, periodista del diario en el que colaboro habitualmente,
ha visitado las consultas de los pediatras aquí mismo, aquí cerca,
y escuchado el mismo rumor: “Había una vez un matrimonio muy pobre
que no podía alimentar a sus hijos”. Esta es una de las fórmulas
con que empezaban los cuentos tradicionales. Le dicen los pediatras a
María José Tomé que muchos padres no pueden comprar carne ni
pescado para sus hijos. La dieta de una parte de la población está
variando, se está adaptando a la pobreza.
Dicen los médicos que lo que ellos detectan es seguramente la punta del iceberg. En la sombra
y el frío de la parte oculta del iceberg están los callejones sin
salida, las calefacciones apagadas, las oficinas bancarias donde
encuentran un lugar donde dormir los que se han quedado en la calle,
la gente que no tiene ya ganas de vivir porque la vida se ha vuelto
fea y triste y angustiosa como una habitación pequeña con vistas a
un patio interior. Las pateras están saliendo de África otra vez y
el mar se cobra su peaje de muertos, pero lo que África nos ofrece,
sus manos, su gente sin trabajo, es lo que al parecer sobra a este
lado del mar
Sobre la pobreza han escrito los poetas cosas muy
bellas y terribles, porque hace ya tiempo que los poetas escriben
sobre el hambre y las pateras, sobre la injusticia y la muerte, y si
no ¿de qué sirve la poesía?. Se acabó el mundo de la épica y se
acabó la lírica. La poesía de nuestro tiempo es otra cosa. Dejando
de lado los anacronismos, es amarga y fuerte, como la que escribe
Antonio Gamoneda, a quien César Coca ha entrevistado hace poco para
el diario El Correo. Antonio Gamoneda, que estuvo en Bilbao por la
última Semana de la Poesía, esa que cada año tiene como epicentro
la Biblioteca de Bidebarrieta, escribe mucho sobre la pobreza y sobre
la muerte, porque escribe sobre el horizonte humano. Es muy poca la
gente que no considera siquiera la posibilidad de que la pobreza esté
en su horizonte. Sin duda eso les hace distintos, quizás
implacables. La mayoría de la humanidad viene de la pobreza y corre
el riesgo de volver a ella. Antonio Gamoneda fue un niño pobre,
porque fue un niño huérfano: se murió su padre dejando a la
familia en una situación precaria. Su historia se parece a la de las
clases medias y bajas de Europa que creían que el hambre y la
escasez eran cosas “tercermundistas” y que habían sido
desterradas del presente y del futuro de sus vidas. Ahora han vuelto,
ha regresado la pobreza. Se extiende en silencio. Gamoneda no tenía que haber sido pobre, las clases medias europeas de ahora no tenían que haber sido pobres.... Pero en un mundo en el que la pobreza existe, siempre puede girar la rueda de la mala fortuna. ¿Y qué vamos a hacer? ¿Y qué van a hacer
los políticos? “Los políticos” dijo Antonio Gamoneda en su
entrevista para el diario El Correo “son hoy en cierto modo
virtuales. Funcionan manejados por el poder económico”...
Este artículo es una versión ligeramente más extensa del que se publicó en el diario El Correo el día 30 de octubre de 2012
sábado, 3 de noviembre de 2012
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