martes, 11 de diciembre de 2012
Bancos
Los bancos son nuestra pesadilla, aunque no todos sean iguales. Los hay
que se están comiendo el dinero de la educación, de la ciencia, de
la sanidad pública, de las ayudas sociales, y los hay que no han
necesitado que los rescate nadie. Los hay que vacían pisos echando a
la gente por la puerta o empujándola a salir por la ventana, y los
hay que presumen de no haber hecho tal cosa (eso dicen los portavoces
de Caja Laboral). A medida que se inyecta dinero en Bankia y en otros
ejemplos de buena gestión financiera, la deuda pública española
crece y la economía se deprime. Los bancos son nuestra pesadilla,
siempre lo fueron, y ahora salen a la luz historias para no dormir de
gente a la que el banco dejó sin casa y sin vida por una deuda de
seis euros. Sin embargo, actualmente hay bancos malos y menos malos y
otras clases de bancos en los que no solemos pensar cuando oímos la
palabra. Se llaman bancos malos los que están cargados de “activos
tóxicos”, puro veneno que alguien fue destilando gota a gota.
Menos conocidos son los bancos de tiempo y los bancos solidarios.
Estos últimos regulan sus inversiones y su conducta mediante un
código ético. La ética, sin embargo, es algo que la mayoría del mundo de las finanzas quiere seguir dejando fuera de juego. El
sistema financiero en general, las agencias de calificación (juez y
parte de la cosa), todos esos entes misteriosos que antes no veíamos
y que ahora descargan su peso colosal sobre el mundo, son
pesadillescos. Fijense que los bancos alemanes antes nos importaban
bien poco y ahora vemos que también tienen su parte y su papel en
nuestras desgracias. Ay, los bancos alemanes y sus agujeros y sus
hedge
funds
y sus peligrosos juegos en el gran casino global... Pero a ellos les
va bien porque reciben todo el dinero que huye de los países del
sur.Ahora
andan por Internet unas citas de Thomas Jefferson, apócrifas unas,
otras no, que, de modo exacto o inexacto reflejan su fundada
suspicacia hacia la banca y, sobre todo, el sentimiento y el
resentimiento de quienes las difunden. Jefferson veía ya en su
tiempo el naciente sistema de libertades y derechos amenazado por los
peligrosos juegos de la corrupción y el dinero y por la posibilidad
de una deuda sin límites. Qué diría hoy.
En fin, los bancos comen mucho, pero también hay un banco que da de
comer: es el banco de alimentos, una entidad multiplicada en
diferentes territorios y organizada como una red dentro de la
Federación de Bancos de Alimentos. «Desde que comenzó la crisis hemos pasado de atender 17.000 personas a 28.000», ha declaradoNicolás Palacios, presidente de la asociación en Bizkaia. Los últimos días
de noviembre y los primeros días de diciembre, sus voluntarios han
estado muy activos. Se repartieron por las calles y los supermercados
y comprobaron que la solidaridad es una fuerza prodigiosa. En
Bizkaia, por ejemplo, tenían como meta reunir 100 toneladas de
alimentos; han conseguido 240. Es la gente, pues, la que da de comer
a la gente, la que se organiza para redistibuir los recursos, y son
los pobres con sueldo, básicamente, los que compran comida para los
pobres a los que ya no les queda casi nada. En el gran casino global,
muy al contrario, se hacen apuestas con el miedo y el hambre. Para
quienes hacen las apuestas, el hambre y el miedo son abstracciones,
fabulosas energías de SU prosperidad.
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