miércoles, 19 de diciembre de 2012

Pepe Grillo

Mario Monti anunció su dimisión un sábado por la noche y el lunes subió la prima de riesgo italiana... y la española. El temor no lo causa tanto la salida de Monti como el regreso de Berlusconi, esa desgracia del continente europeo cuya silueta nos amenaza desde el horizonte de la crisis. Berlusconi es como el payaso maligno de los dibujos animados que ven nuestros hijos: da más miedo que no si no fuera grotesco. ¿Tiene alguna posibilidad de volver? Esperemos que no. Pero ¿cómo hacer predicciones si todo es tan complicado, si todo ha sido complicado adrede para que se estanque? El sistema económico es complicado y bastante feo. El sistema político, tanto en Italia como en España, no sólo es complicado sino que además padece múltiples infecciones, pequeñas o grandes, residuales o básicas. Ya ha dicho Beppe Grillo, el Pepito Grillo de la sociedad italiana, que los políticos corrompen a La Mafia. Por otra parte, o por la misma, ¿que podemos esperar de la Unión Europea, paralizada entre la fuerza gravitatoria que impide su completa desunión y las fuerzas que empujan a su disolución? Como la realidad es tan graciosa, esta Unión Europea desunida e ineficiente ha recibido el Premio Nóbel de la Paz, aunque los valores que debería defender se le van cayendo por el camino del desconcertante siglo XXI. Otra señal de que Beppe Grillo, el bufón que dice la verdad, el cómico que se presenta a las elecciones, tiene un papel que jugar en nuestro tiempo.

Si Beppe Grillo fuera un demagogo, un sinvergüenza, otro sinvergüenza, un inconsecuente o un tipo contradictorio (que lo será, esto último, todos somos contradictorios) nada de eso impediría que fuera también el malhumor convulso de todas las personas defraudadas, estafadas, vapuleadas que le escuchan. Sean cuales sean sus motivos y sus motivaciones, Beppe Grillo representa la figura de un ciudadano cabreado que sabe decir exactamente lo que todos los ciudadanos cabreados piensan, lo que nadie dice en público, lo que todo el mundo dice en privado, lo que no se debe decir. Dicen que en 1986 Beppe Grillo contó un chiste en la RAI: Bettino Craxi (entonces presidente de Italia) vuelve de un viaje a China y asiste a un banquete. Uno de sus ministros le pregunta: "Bettino, ¿es verdad que hay mil millones de chinos, y son todos socialistas?". "Sí", responde Craxi. "Pero si son todos socialistas", sigue el ministro, "¿a quién roban?". Grillo no volvió a aparecer en un programa de la televisión pública italiana. Pero después apareció Internet. Pero ahora el blog de Beppo Grillo existe en varios idiomas, acaba de aparecer su versión en español.

Beppe Grillo es la voz acusatoria que dispara contra el poder. Sus mítines son espectáculos y son catarsis. Pero además de sus dotes histriónicas tiene un programa de gobierno, una lista de medidas concretas sobre la gestión de los residuos, la transparencia institucional o la economía, es decir, políticas reales en este y en aquel terreno que le dan la vuelta a la política tal y como viene ejerciéndose en Italia y que, de forma despectiva, han sido metidas (junto con el grillo) en el saco de “la antipolítica”. No causa mala impresión esta antipolítica. Habrá que ver. La historia ha consagrado muchos términos que empezaron siendo despectivos, como “Modernismo” o “Big-Bang”.

La prima de riesgo y el crecimiento de la deuda, esas cosas que de pronto aplastan a la gente corriente, tienen que ver con nuestro lugar en el mundo: nuestra posición en el mapa autonómico español, en la Unión Europea, en el norte o en el sur de Europa. Cuando los hombres de negro, aves de mal agüero, es decir la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) recomendaban a Grecia medidas como abaratar el despido, “flexibilizar” los horarios laborales y aplicar recortes brutales del presupuesto público, ya sabíamos (o debíamos saber) lo que nos esperaba. Pero si nuestra suerte está ligada a la de otros países mediterráneos (pese a lo cual no hacemos causa común ni nada que se le parezca) parece estar conectada sobre todo al mal fario de Italia, esa otra península de la que nos separan unas cuantas millas marinas y unas cuantas cosas, pero con la que tenemos demasiado en común. Podríamos pensar que Italia nos lleva gran ventaja en el desarrollo del clientelismo como mediador de las relaciones socio-económicas (y también en el mantenimiento de ciertos cuerpos sociales paralelos que se parecen a la Iglesia Católica en que adaptan a los tiempos modernos una cosmovisión ancestral). Ahora bien, entre la figura de Díaz Ferrán sentado en el restaurante El Tártaro recibiendo a parientes y amigos para propinarles unos sablazos de alta precisión y la figura del jefe mafioso que recibe el homenaje y los tributos de sus vasallos hay una diferencia muy pequeña. Entre el cabreo de los ciudadanos que van a votar a Beppe Grillo en las próximas elecciones y el de los que podrían votar a algún Pepito Grillo de Hispania que ofreciera a sus votantes la “antipolítica”, sólo hay un poco de vacío cósmico. Nada.

La diferencia es que Hispania no ha producido aún su Pepe Grillo. No se ha materializado la disconformidad radical. Rosa Díez no es Pepe Grillo, por una serie de razones que todos sabemos aunque no las digamos. ¿Se producirá la encarnación de Pepe Grillo en la Hispania romana? ¿Cuáles serán sus propuestas? ¿Será peor el remedio que la enfermedad, será una regeneración o una enfermedad nueva? ¿Será? Lo cierto es que estos fenómenos paranormales siempre dan miedo, porque nunca se sabe dónde puede encarnarse la frustración y la desesperanza. En Alemania, allá por 1933, se encarnó en un tal Adolfo Hitler.


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