Mario
Monti anunció su dimisión un sábado por la noche y el lunes subió
la prima de riesgo italiana... y la española. El temor no lo causa
tanto la salida de Monti como el regreso de Berlusconi, esa desgracia
del continente europeo cuya silueta nos amenaza desde el horizonte de
la crisis. Berlusconi es como el payaso maligno de los dibujos
animados que ven nuestros hijos: da más miedo que no si no fuera
grotesco. ¿Tiene alguna posibilidad de volver? Esperemos que no.
Pero ¿cómo hacer predicciones si todo es tan complicado, si todo ha
sido complicado adrede para que se estanque? El sistema económico es
complicado y bastante feo. El sistema político, tanto en Italia como
en España, no sólo es complicado sino que además padece múltiples
infecciones, pequeñas o grandes, residuales o básicas. Ya ha dicho
Beppe Grillo, el Pepito Grillo de la sociedad italiana, que los
políticos corrompen a La Mafia. Por otra parte, o por la misma, ¿que
podemos esperar de la Unión Europea, paralizada entre la fuerza
gravitatoria que impide su completa desunión y las fuerzas que
empujan a su disolución? Como la realidad es tan graciosa, esta
Unión Europea desunida e ineficiente ha recibido el Premio Nóbel de
la Paz, aunque los valores que debería defender se le van cayendo
por el camino del desconcertante siglo XXI. Otra señal de que Beppe
Grillo, el bufón que dice la verdad, el cómico que se presenta a
las elecciones, tiene un papel que jugar en nuestro tiempo.
Si
Beppe Grillo fuera un demagogo, un sinvergüenza, otro sinvergüenza,
un inconsecuente o un tipo contradictorio (que lo será, esto último, todos somos contradictorios) nada de eso impediría que
fuera también el malhumor convulso de todas las personas
defraudadas, estafadas, vapuleadas que le escuchan. Sean cuales sean
sus motivos y sus motivaciones, Beppe Grillo representa la figura de
un ciudadano cabreado que sabe decir exactamente lo que todos los
ciudadanos cabreados piensan, lo que nadie dice en público, lo que
todo el mundo dice en privado, lo que no se debe decir. Dicen que en
1986 Beppe Grillo contó un chiste en la RAI: Bettino Craxi (entonces
presidente de Italia) vuelve de un viaje a China y asiste a un
banquete. Uno de sus ministros le pregunta: "Bettino, ¿es
verdad que hay mil millones de chinos, y son todos socialistas?".
"Sí", responde Craxi. "Pero si son todos
socialistas", sigue el ministro, "¿a quién roban?".
Grillo no volvió a aparecer en un programa de la televisión pública
italiana. Pero después apareció Internet. Pero ahora el blog de
Beppo Grillo existe en varios idiomas, acaba de aparecer su versión
en español.
Beppe
Grillo es la voz acusatoria que dispara contra el poder. Sus mítines
son espectáculos y son catarsis. Pero además de sus
dotes histriónicas tiene un programa de gobierno, una lista de
medidas concretas sobre la gestión de los residuos, la transparencia
institucional o la economía, es decir, políticas reales en este
y en aquel terreno que le dan la vuelta a la política tal y como
viene ejerciéndose en Italia y que, de forma despectiva, han sido metidas (junto con el grillo) en el saco de “la antipolítica”. No causa mala impresión esta
antipolítica. Habrá que ver. La historia ha consagrado muchos términos que
empezaron siendo despectivos, como “Modernismo” o “Big-Bang”.
La
prima de riesgo y el crecimiento de la deuda, esas cosas que de
pronto aplastan a la gente corriente, tienen que ver con nuestro
lugar en el mundo: nuestra posición en el mapa autonómico español,
en la Unión Europea, en el norte o en el sur de Europa. Cuando los
hombres de negro, aves de mal agüero, es decir la Troika (Comisión
Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional)
recomendaban a Grecia medidas como abaratar el despido,
“flexibilizar” los horarios laborales y aplicar recortes brutales
del presupuesto público, ya sabíamos (o debíamos saber) lo que nos
esperaba. Pero si nuestra suerte está ligada a la de otros países
mediterráneos (pese a lo cual no hacemos causa común ni nada que se
le parezca) parece estar conectada sobre todo al mal fario de Italia,
esa otra península de la que nos separan unas cuantas millas marinas
y unas cuantas cosas, pero con la que tenemos demasiado en común. Podríamos pensar que Italia nos lleva gran ventaja en el desarrollo del clientelismo como mediador de las relaciones
socio-económicas (y también en el mantenimiento de ciertos cuerpos
sociales paralelos que se parecen a la Iglesia Católica en que
adaptan a los tiempos modernos una cosmovisión ancestral). Ahora
bien, entre la figura de Díaz Ferrán sentado en el restaurante El
Tártaro recibiendo a parientes y amigos para propinarles unos
sablazos de alta precisión y la figura del jefe mafioso que recibe
el homenaje y los tributos de sus vasallos hay una diferencia muy
pequeña. Entre el cabreo de los ciudadanos que van a votar a Beppe
Grillo en las próximas elecciones y el de los que podrían votar a
algún Pepito Grillo de Hispania que ofreciera a sus votantes la
“antipolítica”, sólo hay un poco de vacío cósmico. Nada.
La
diferencia es que Hispania no ha producido aún su Pepe Grillo. No se
ha materializado la disconformidad radical. Rosa Díez no es Pepe
Grillo, por una serie de razones que todos sabemos aunque no las
digamos. ¿Se producirá la encarnación de Pepe Grillo en la
Hispania romana? ¿Cuáles serán sus propuestas? ¿Será peor el
remedio que la enfermedad, será una regeneración o una enfermedad
nueva? ¿Será? Lo cierto es que estos fenómenos paranormales
siempre dan miedo, porque nunca se sabe dónde puede encarnarse la
frustración y la desesperanza. En Alemania, allá por 1933, se
encarnó en un tal Adolfo Hitler.