Valencia
es la tierra de las flores dice la maldita canción que vuelve una y
otra vez a la memoria como algo que no se puede despegar de donde
está pegado aunque no sepamos donde está pegado y cuando se pegó,
en qué remoto mundo o tiempo. Valencia y las naranjas. Valencia y el
mar Mediterráneo. Valencia y el impresionismo. Valencia y la música.
Valencia y Max Aub. Valencia y la Fórmula 1. Yo estuve en Valencia una vez, en la capital, y
vi muchos edificios del siglo XIX y un poco del Casco Viejo, viejas
puertas y viejos muros, buenas calles y la ciudad de las Artes y las
Ciencias, que es fantástica y hermosa y una completa locura. Los
valencianos estaban hartos de que les relacionasen con las naranjas y
las flores, el arroz, la huerta valenciana, y les dio el ataque y se
pusieron a fabricar la Valencia del siglo XXI en el siglo XX con
mucha prisa, con un estilo de apisonadora, de irreflexiva vitalidad.
Los partidarios del crecimiento indefinido ponían a Valencia como
ejemplo de éxito y genio constructivo. Luego vino el crack y el bom
y el plaf. Con todo, y con todos los estropicios que se habrán hecho
en su interior, Valencia es una ciudad muy hermosa. En el siglo XIX y
principios del XX, que es cuando llegó la Revolución Industrial a
Iberia (más o menos) estas capitales del Levante estaban mucho más
desarrolladas que las tierras del interior, así que podían aportar
más contrastes a las novelas de los autores naturalistas como el
valenciano Blasco Ibañez. Valencia y Blasco Ibáñez. Valencia y la
industria del calzado. Valencia y los juguetes. Valencia y la
Navidad. Valencia y las Fallas, claro, las Fallas. Valencia y la
Albufera de Valencia y los puentes sobre el Turia y el Tribunal de
las Aguas. Valencia y la deslocalización. Valencia y los
valencianos, que llevan como pueden esto de pertenecer a una porción
del mundo con tantos rasgos distintivos, sobre todo desde que se ha
solidificado el binomio Valencia y la corrupción. Esto ha sido
después del crack y el plaf y el bom (vease
http://corrupciovalenciana.blogspot.com.es/). Valencia y la
corrupción, pues. Valencia y el gusano que roe los cimientos del PP.
Valencia y la Caja de Ahorros del Mediterráneo, que tiene o tenía
su sede en Alicante. Hace poco un crítico y director de cine
valenciano decía que, comparado con los políticos de su comunidad
autónoma, Silvio Berlusconi es un simple aficionado. Yo creía que
Italia nos llevaba mucha ventaja en el clientelismo y los intereses
entrelazados y la confusión entre lo privado y lo público (sobre
todo entre el dinero privado y público) pero Transparencia
Internacional ha publicado el Índice de la corrupción 2012 y parece
que España va por delante, pues se percibe como más corrupta. Yo
creía que los italianos eran más sofisticados hasta el punto de
haber desarrollado este arte al que nos referimos de modo sutil,
magistral y enorme, pero según parece ya hemos conseguido
adelantarles por la pujanza, el entusiasmo y los esfuerzos de
nuestras administraciones autonómicas. Al fin y al cabo, estas
tierras y estos países del Mediterráneo español están en el mismo
ámbito civilizatorio de Cartago y Roma, de Sicilia y Calabria.
Valencia ha conseguido ser el epítome del crack y el bom y el plaf.
Valencia, pobre Valencia, que es la tierra de Santiago Calatrava,
genio y vampiro, pero también la tierra de Juan José Millás y de
Carlos Marzal y de escritores y diseñadores y editores fantásticos
como los responsables de Media Vaca, que nos aportan desde su web
lecturas provechosas como esta:
viernes, 4 de enero de 2013
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