viernes, 4 de enero de 2013

Valencia


Valencia es la tierra de las flores dice la maldita canción que vuelve una y otra vez a la memoria como algo que no se puede despegar de donde está pegado aunque no sepamos donde está pegado y cuando se pegó, en qué remoto mundo o tiempo. Valencia y las naranjas. Valencia y el mar Mediterráneo. Valencia y el impresionismo. Valencia y la música. Valencia y Max Aub. Valencia y la Fórmula 1. Yo estuve en Valencia una vez, en la capital, y vi muchos edificios del siglo XIX y un poco del Casco Viejo, viejas puertas y viejos muros, buenas calles y la ciudad de las Artes y las Ciencias, que es fantástica y hermosa y una completa locura. Los valencianos estaban hartos de que les relacionasen con las naranjas y las flores, el arroz, la huerta valenciana, y les dio el ataque y se pusieron a fabricar la Valencia del siglo XXI en el siglo XX con mucha prisa, con un estilo de apisonadora, de irreflexiva vitalidad. Los partidarios del crecimiento indefinido ponían a Valencia como ejemplo de éxito y genio constructivo. Luego vino el crack y el bom y el plaf. Con todo, y con todos los estropicios que se habrán hecho en su interior, Valencia es una ciudad muy hermosa. En el siglo XIX y principios del XX, que es cuando llegó la Revolución Industrial a Iberia (más o menos) estas capitales del Levante estaban mucho más desarrolladas que las tierras del interior, así que podían aportar más contrastes a las novelas de los autores naturalistas como el valenciano Blasco Ibañez. Valencia y Blasco Ibáñez. Valencia y la industria del calzado. Valencia y los juguetes. Valencia y la Navidad. Valencia y las Fallas, claro, las Fallas. Valencia y la Albufera de Valencia y los puentes sobre el Turia y el Tribunal de las Aguas. Valencia y la deslocalización. Valencia y los valencianos, que llevan como pueden esto de pertenecer a una porción del mundo con tantos rasgos distintivos, sobre todo desde que se ha solidificado el binomio Valencia y la corrupción. Esto ha sido después del crack y el plaf y el bom (vease http://corrupciovalenciana.blogspot.com.es/). Valencia y la corrupción, pues. Valencia y el gusano que roe los cimientos del PP. Valencia y la Caja de Ahorros del Mediterráneo, que tiene o tenía su sede en Alicante. Hace poco un crítico y director de cine valenciano decía que, comparado con los políticos de su comunidad autónoma, Silvio Berlusconi es un simple aficionado. Yo creía que Italia nos llevaba mucha ventaja en el clientelismo y los intereses entrelazados y la confusión entre lo privado y lo público (sobre todo entre el dinero privado y público) pero Transparencia Internacional ha publicado el Índice de la corrupción 2012 y parece que España va por delante, pues se percibe como más corrupta. Yo creía que los italianos eran más sofisticados hasta el punto de haber desarrollado este arte al que nos referimos de modo sutil, magistral y enorme, pero según parece ya hemos conseguido adelantarles por la pujanza, el entusiasmo y los esfuerzos de nuestras administraciones autonómicas. Al fin y al cabo, estas tierras y estos países del Mediterráneo español están en el mismo ámbito civilizatorio de Cartago y Roma, de Sicilia y Calabria. Valencia ha conseguido ser el epítome del crack y el bom y el plaf. Valencia, pobre Valencia, que es la tierra de Santiago Calatrava, genio y vampiro, pero también la tierra de Juan José Millás y de Carlos Marzal y de escritores y diseñadores y editores fantásticos como los responsables de Media Vaca, que nos aportan desde su web lecturas provechosas como esta:

Una artista, dos proyectos en uno: Esperanza D'Ors y las sirenas que provocaron a Ulises.

  Esperanza D'Ors tiene entre manos un proyecto que es dos proyectos: por un lado, el conjunto de esculturas que forman la parte princip...