Dicen
que la casa de un hombre es su castillo –sobre la casa de una mujer
no he oído nunca nada equivalente– y hay castillos que han durado
cientos de años, pero una noche, en medio de la noche, escuché una
voz que decía que un hombre había sido engullido por el suelo de su
casa. Todos oímos voces, y en medio del silencio de la noche eso
sigue sucediendo si tienes los ear-pods en las orejas. Me desperté
porque alguien decía que un agujero se había tragado a un hombre
durmiente y a su dormitorio. Pensé que me había despertado en una
realidad alternativa, pero pasaron las horas y supe que en Florida
hay muchos terrenos de piedra carbonatada y bajo esos terrenos puede
haber cavernas infernales como las que soñó Torres de Villarroel y
aguas subterráneas que van disolviendo poco a poco el suelo bajo los
pies de los habitantes de las casas. Es el problema de no saber lo
que hay en el subsuelo. O de hacer como que no tiene importancia. O
de no querer comprobarlo. Al fin al cabo, solemos dar poca
importancia a las cosas que no vemos. Los bosques respiran, pero no
se ve su respiración. Los “lobbies” del mundo conspiran, pero no
vemos sus conspiraciones.
La
casa de Jeff Bush, el durmiente tragado por la tierra, que no tiene
nada que ver con los Bush que todos conocemos, se parecía poco a un
castillo. Los castillos han sido por lo común bastante más sólidos,
aunque los más duraderos han cambiado tanto que se han convertido en
otra cosa con el paso de los siglos. Dicen que el castillo de Praga
es el más antiguo del mundo, lo cual quiere decir que en Praga había
un castillo que no es el de hoy allá por el siglo IX. Los castillos
franceses, tan famosos, son palacios, aunque en general castillos y
alcázares reconvertidos en grandiosas viviendas fueron fortalezas en
algún pasado previo a la bala de cañón y suelen están asentados
sobre terreno firme, sobre dura roca basáltica, por ejemplo. No
parece que pueda decirse lo mismo de la monarquía en el siglo XXI.
Los tres millones de euros, vulgarmente llamados kilos, que los
duques de Palma emplearon en reformar el palacete de Pedralbes han
podido hacer más sólida la casa, que no es medieval, sino de 1952,
pero han contribuido a minar los cimientos de la Casa Real. Antes
pasaba de todo y no pasaba nada. Ahora cada cifra, cada dato, cada
foto, cada negocio o cada amante es una revelación de un subsuelo
comido por las aguas subterráneas. Hemos vivido en un sueño diurno
y tonto, sin enterarnos o haciendo como que no nos enterábamos, pero
ha llegado el momento de la venganza del subsuelo, que está
erosionado para todos, para la industria musical y la minería, para
reyes y plebeyos, duques y deshauciados, partidos políticos y
trabajadores con trabajo o sin él.
(Publicado en el diario El Correo el 5 de marzo de 2013)