Un poema
(escrito antes de 2010, no sé cuándo)
El tiempo está empeñado en destruirme.
No es sólo que me empuje, como a todos,
hacia el final previsto, y no es sólo
que me vaya cambiando y consumiendo
como a todos consume;
también es que se esconde,
se burla de mis planes y navega
entre las cosas como un pez esquivo
traicionero,
que fuera al tiempo el pez
y el agua que lo lleva.
Se oculta y huye y pone en primer plano
la luz, la lentitud, el brillo, el aire,
de un momento que finge ser eterno,
el retorno sin fin de las acciones
que parecen perpetuamente ajenas
a su insidioso coto movedizo.
No me entero. Llego tarde a las citas.
Me parece que el tiempo debería
estirarse a medida del deseo,
adaptarse al reloj de la impaciencia,
quedarse quieto mientras se termina
todo lo inacabado y lo imperfecto.
Pero el tiempo no espera.
No espera y nos espera.
Como paciente cazador
el tiempo está emboscado.
Está empeñado en destruirme.
sábado, 25 de mayo de 2013
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