Hace mucho
calor y mucha confusión. Las tormentas de verano nos acechan. El
ambiente está cargado. Somos los habitantes de un entorno artificial
hipertrofiado, protagonistas y víctimas (¿protagonistas en tanto
que víctimas?) de una superabundancia de objetos y de datos: los
conejillos de indias en el laboratorio del tiempo. Las despensas
adelgazan pero los televisores siguen llenos. Vivimos en realidades
encerradas dentro de otras realidades, en un juego de cajas que
contienen cajas, en el reflejo del reflejo y en la onda que dura un
instante, antes de que se apague la luz y se disuelva la noticia.
Hace mucho calor y el calor adormece, anestesia, aplasta a los
espectadores. Los programas de televisión envían a sus viajeros por
el mundo para que conviertan el viaje en relato, la experiencia en
imagen y a las personas en espectáculo. La relación de factores
podría ser otra: podrían convertir la experiencia en espectáculo,
las personas en relato, el viaje en imagen. Da igual. El orden de los
factores no altera el producto, que suele ser el mismo. El producto
sólo cambia cuando se sustituye el espectáculo por otra cosa. Pero
es difícil. Se nos va olvidando cómo hacerlo. Toda la realidad es
espectáculo y para ser verdaderamente real debe generar un
espectáculo reproducible un número potencialmente infinito de
veces.
Por eso Aitor y Janire se fueron a la playa de Bakio a sacarse
las fotos de su boda que no pueden vender al Hola. Se habían casado
dos semanas antes, pero el reportaje fotográfico lo generaron
luego rodando por la arena entre pliegues de raso y olas de espuma
como han visto hacer a los protagonistas de las telenovelas. Lo mismo
que los actores trabajan ante la cámara y un abundante equipo de
técnicos y curiosos, Aitor y Janire posaron ante montones de
bañistas que, por supuesto, les grabaron con el móvil. ¿Qué es
una boda sin un reportaje fotográfico y un video-reportaje para
colgar en Internet? Llegará un momento en que los novios se darán
cuenta de que la boda está de más, ya que no es necesaria para
hacer el reportaje de la boda.
Vivimos, sí, tiempos confusos. Hay
una gran confusión y hace mucho calor. Este aire caliente del verano
marea y hace que los turistas ingleses se tiren por los balcones y
que los novios se tiren entre las olas vestidos de blanco y negro a
dar el espectáculo bochornoso. Hace un bochorno que mata, un
bochorno que cobija sus espectros como espejismos: la cara de palo
pálido de Rajoy, las caras pálidas de los cadaveres televisados,
las caras de los muertos de hambre y de los muertos de violencia, las
de los ahogados y las de los muertos vivientes de las películas.
Distinguir entre la realidad y la ficción es cada vez más difícil
y por eso hay quienes deciden seguir yendo al trabajo aunque ya no
tengan trabajo, con la esperanza de que los demás no noten la
diferencia, quizás de no notarla ellos mismos.
Se publicó en el diario El Correo el
martes 23 de julio de 2013