Las casas que nos hacen son del tiempo
como nosotros somos de la sombraque inadvertidamente se desprende
de sus rincones cuando llega el alba.
Pelusa de las horas interiores,
qué viento fijo la deshace y lleva
hacia la luz. El tiempo solamente,
marea que en la sombra se levanta.
Las casas que nos hacen son del tiempo
como nosotros mismos. Cada día
busco el tiempo vertido en una casa
como leche en un cazo. Allí me quedo
un momento tan sólo, cuando duermen
los seres que acompañan su misterio,
el misterio modesto de la casa,
la vibración humilde de su vida.
En ese tiempo breve, derramado
como liviana espuma, voy midiendo
el sonido y la luz, la vigorosa
inminencia del día. Es necesario
tomar un tiempo así cada mañana
para escuchar su lentitud que pronto
será premura y gasto. Es necesario
el reborde que anuncia y que divide,
el breve tiempo que anda sin camino
y sin rumbo, llevando
(aunque parezca
que fuera ajeno a él y a su distancia),
el día a su corriente, nuestra vida
a la sombra liviana, sin apremio,
sin detenerse, sin misericordia.
(Del libro Poemas para la gente.
Se publicó por primera vez en la revista de poesía Zurgai en diciembre de 2007)