domingo, 8 de diciembre de 2013

Las cosas, de Jorge Luis Borges. Comentarios y navegaciones


Las cosas

El bastón, las monedas, el llavero,
La dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
Que me quedan, los naipes y el tablero,
Un libro y en sus páginas la ajada
Violeta, monumento de una tarde
Sin duda inolvidable y ya olvidada,
El rojo espejo occidental en que arde
Una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
Nos sirven como tácitos esclavos,
Ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido.




Las cosas
El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde

una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,

ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.






Como se puede comprobar por los datos que aporto en mi entrada del 5 de diciembre, la primera versión del famoso soneto de Jorge Luis Borges Las cosas que aparece en esta página es la que nos dejó su autor; la segunda es la que se transmite por Internet a partir, muy probablemente, de la web A media voz



Haciendo clic en el enlace el lector puede ir allá y leer la semblanza de Graciela Henao Londoño, muerta en enero de este año de 2013, que fue creando durante los últimos de su vida esta antología.



A media voz es su antología, su obra. La antología de una lectora. A ella, como a todos los lectores, pertenece la poesía, y ella, como aficionada, como amante de la poesía, fue compilando sus poemas y sus poetas favoritos y publicándolos en la Red. No sabemos si tenía ayudantes o si hacía ella misma todo el trabajo. Quizás alguna vez alguna otra persona copiara alguna cosa. En todo caso, fuera suya o de otro copista, no es probable que la errata proceda de otra parte.: A media voz es el sitio de referencia; los otros lugares en los que aparece–blogs de carácter muy diverso-- contienen recopilaciones accidentales. Otros lectores que van haciendo sus propias antologías poéticas, como Apeiron, transcriben el soneto correctamente.



Graciela Henao no era lingüista ni profesora de literatura, pero no puede pensarse que si lo hubiera sido la errata no se habría producido. No tiene nada que ver. Hay aficionados cuidadosos y profesores de literatura descuidados. No es lo mismo escribir crítica literaria que ser editor de una antología en Red, y un lapsus linguae --un tropezón del sistema nervioso, un intercambio automático de términos fuera de la conciencia-- lo puede tener cualquier persona, según las diferentes circunstancias y condiciones que los producen en cada cual.



Lo fascinante de todo este enredo es que con la Red hemos inaugurado una época en la que un copista puede introducir modificaciones en el texto que está copiando, igual que en la Edad Media. La transmisión de los textos ahora es abrumadoramente más copiosa, pero igualmente azarosa cuando hay miles, millones de copistas que los manejan con cuidado o sin él, con cansancio, con problemas de vista, con memoria y con desmemoria, con lapsus, con minuciosidad, con prisa, con sueño, con creatividad inconsciente. Lo fascinante es que hay copistas que no siempre le dejan al ordenador el trabajo de copiar, sino que copian los textos palabra por palabra, y entonces sucede que la palabra “limas” quizás parezca poco poética, fuera de lugar y que, tal vez sin darse cuenta,, el copista la sustituya por láminas, que es mucho más sugerente, pero que rompe el ritmo del verso. 
O Tal vez el copista ha utilizado un sistema de digitalización y un programa de reconocimiento de caracteres. Método este que requiere, como muchos sabemos, de una paciente labor de corrección. En esta labor de corrección se pueden producir alteraciones del texto original si no se coteja continuamente con la copia digital y, en vez de eso, se infieren las palabras defectuosamente transcritas por el programa a partir de los caracteres legibles y del contexto.



Luego entran en escena los otros copistas, los copistas perezosos u ocasionales, que en realidad sólo seleccionan un texto y ordenan a la máquina, al ordenador, su copia instantánea. Así es fácil difundir un poema y también una errata.



La errata de Graciela Henao Londoño, si es que es suya, cosa que tampoco puedo probar taxativamente, es una errata hermosa, una errata imaginativa. La errata de un lector de poesía. Pero de un lector de poesía que se fija más en las palabras que en el ritmo del poema.



Esta errata es también, como el poema mismo, una cosa, pero una cosa que se parece a un ser vivo, pues se reproduce y se expande en el ecosistema cultural de Internet. Ahora que la Filología parecía estar definitivamente muerta (una ciencia del siglo XIX) Internet va a producir su resurrección. Aquí, en Internet, está la base de una filología del siglo XXI. 
 
La errata del poema de Borges es como una mutación que se hubiera producido en una determinada línea de descendencia de un organismo viviente.



Aunque existen hoy día medios para fijar los textos que la Edad Media no tenía, Internet es un medio en el que los textos tienen nuevas posibilidades de mutación y las mutaciones tienen posibilidades de expansión fantástica. Son las grandes magnitudes las que agigantan las probabilidades.



Internet ha sacado las obras literarias del control de los impresores y las ha puesto en manos de una legión de nuevos copistas. La expansión horizontal del texto mutado puede alcanzar tales dimensiones y la importancia de la reproducción no impresa puede agrandarse tanto que en el futuro la transmisión de las obras puede verse afectada por la propagación masiva de ciertas copias a través de diferentes estratos de Internet. Incluso podría suceder que las obras se multiplicaran en diferentes versiones, cada una de las cuales se extendería por estratos relativamente incomunicados, con lo cual la labor de la Filología en el futuro sería la de establecer el punto temporal y el ancestro común a partir del cual se separaron las especies que, andando el tiempo, llegarían a competir por el espacio virtual.



Todo esto es, desde luego, ciencia ficción.

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