Borges 1: Las cosas, navegaciones
Después de publicar el primer componente
de esta sección, un artículo literario o cosa parecida titulado
“Las cosas”, vi que alguien había colgado en Facebook el soneto
de Borges que tiene el mismo título. Y me dije: ah, qué bien, ya
que voy a citar este soneto en la nueva sección de mi
blog, podré tomarlo de aquí y no tendré necesidad de
transcribirlo. Pero pasó el tiempo (y pasó más) y no lo hice: no copié
el soneto con un sencillo comando, no escribí el texto que debía
acompañarlo. Ya no recuerdo quién colgó el soneto en Facebook y
buscarlo allí de nuevo sería una labor ardua, como diría el propio
Borges. Así que decidí buscarlo en Internet y enseguida fui a parar
a la página dedicada al escritor argentino en el sitio llamado
“A media voz”, que es una antología poética muy conocida en la
Red. Y de allí copié lo siguiente:
El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Pero
este soneto tenía un problema, y .el problema estaba –está-- en
el segundo verso del primer terceto. No me sé el poema de memoria
–hacía mucho que no lo releía-- pero ese verso no encajaba. Todo
el ritmo se va a la m. en ese verso. Nada más empezar.. Nada más
empezar el verso, quiero decir. Vas leyendo, escuchando la música de
las frases y cuando llegas al segundo verso del primer terceto es
como si te dieran una bofetada. ¡Plaf!
Borges
no pudo hacer esto, me dije. Borges no pudo dejar ahí ese tortazo
para que lo reciba el lector en plena cara cada vez que transite por
el segundo verso del primer terceto. Y me puse a buscar por las
estanterías de casa mi ejemplar de la Obra poética completa de
Jorge Luis Borges, que por cierto no es completa (lo fue en 1977) y
que tampoco es una edición maravillosa ni una primera edición ni
tiene nada reseñable ni nada especial salvo que es mi ejemplar de la
Obra Poética (algo menos que completa) de Borges.
Y
ahí estaba –está– el soneto titulado Las Cosas.
El
poema pertenece al libro Elogio
de la sombra
(1969) y dice así (finalmente tendré que transcribirlo; si no, este
ejercicio no tendría gracia):
El bastón, las monedas, el llavero,
La dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
Que me quedan, los naipes y el tablero,
Un libro y en sus páginas la ajada
Violeta, monumento de una tarde
Sin duda inolvidable y ya olvidada,
El rojo espejo occidental en que arde
Una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
Nos sirven como tácitos esclavos,
Ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido.
El bastón, las monedas, el llavero,
La dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
Que me quedan, los naipes y el tablero,
Un libro y en sus páginas la ajada
Violeta, monumento de una tarde
Sin duda inolvidable y ya olvidada,
El rojo espejo occidental en que arde
Una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
Nos sirven como tácitos esclavos,
Ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido.
¿Verdad
que el segundo verso del primer terceto no suena como antes? Porque
no es el mismo.
Sin
embargo, por todo Internet prolifera la otra versión. ¿Será que se
multiplica mediante esa secuencia de acciones que en este instante
estarán repitiendo millones de personas en todo el planeta, esa
secuencia llamada “copiar y pegar” en la que ya el actor parece
ser un mero accidente, un requisito para se cumpla una y otra vez la
serie de comandos? ¿O será que mi edición de la Obra Poética de
Borges contiene una errata?
Pues
no, mi edición de Alianza Editorial no contiene una errata si la
comparamos con esta página de la edición de las Obras Completas de
Borges de Emecé Editores de 1974.
Y
la versión que se publicó aquel día en Facebook ¿cuál sería? Ya
nunca lo sabremos.