Este artículo se publicó en el mes de diciembre de 2014 en el diario El Correo
No
es un grito desgarrado. Es una expresión justa y desgarradora, la
proclamación pura y terrible del dolor: “Ya no puedo aguantar más,
mi hijo me duele”. Las velas, las flores, las fotografías no
consuelan a Ezequiel Mora. Las fotografías de su hijo en las
pancartas le hacen llorar. Este llanto de un padre por su hijo
asesinado es un eco que se transmite por todo Tecoanapa arrastrando
su duelo, y desde el estado de Guerrero, en México, sale al mundo.
Pero el punto primigenio del dolor sólo lo pueden igualar los otros
padres que han perdido a sus hijos de la forma más rastrera e
injusta, allí donde se alían violencia y opresión, sea en México
o en otra parte cualquiera del globo. Mexico es un emblema poderoso y
extremo de esta lucha que se libra en todas partes, la resistencia de
los que no tienen poder contra el poder que los aplasta, los embates
del poder sin freno contra aquellos que le estorban. Alexander Mora,
de 19 años, uno de los estudiantes desaparecidos la noche del 26 de
septiembre, es ahora el nombre de todas las víctimas, en el instante
en que la luz ilumina su identidad en el mosaico de víctimas y
victimarios, de poderes oficiales y poderes en sombra que se reparten
el mundo. Durante un momento la luz arde sobre sus restos quemados
con diésel en un basurero. Durante un momento toda la prensa del
planeta escribe su nombre. La policía municipal de Cocula puso a 43
estudiantes de magisterio en manos del cartel Guerreros Unidos, como
quien dice el ejército privado del alcalde José Luis Abarca y su
esposa. Uno de esos jóvenes era Alexander Mora. Lo dicen los peritos
mexicanos y lo dice la Universidad de Innsbruck. En un laboratorio de
esta universidad austriaca se han analizado los restos de ADN
encontrados en un basurero próximo a la ciudad de Iguala. México es
un país magnífico y terrible que lleva la muerte por fuera como un
estandarte. Ese pueblito fantasmal que se llama Comala y que es el
alma de México en el relato de Juan Rulfo titulado Pedro Páramo
está situado a todos los efectos “en la mera boca del infierno”.
Las relaciones entre el Narco y las instituciones el Estado son
inquietantes, son desesperanzadoras. ¿Hasta donde llegan? ¿Qué
poderes, legales o ilegales, están contaminando o minando el poder
del Estado en todo el mundo? El mundo es una red de ecos, de
relaciones cada vez más espesa. Alexander Mora Venancio, que quería
ser maestro, es la presencia de una realidad que quiere esconderse,
borrarse, quemarse, pero que sale a la luz. Es la esquirla que brilla
en el campo de las ejecuciones. Lean a Homero Aridjis, el gran poeta
mexicano. Lean sus “Noticias de la Tierra”, que son artículos
donde se ve que la violencia contra la naturaleza y la violencia
contra el ser humano es la misma. Lo que sucede en México sucede en
la Tierra.