ENTRADA A LA CIUDAD FANTÁSTICA
Oablib aparece en cualquier momento, cuando nadie espera su aparición, cuando el olvido oculta su existencia o la mera posibilidad de su existencia. Te asomas a una calle, la miras un rato, sientes crecer la extrañeza. Es la calle de siempre, pero no lo es. Como las brujas de los cuentos populares vascos, que gritan: "¡que somos pero no somos!".
Oablib existe pero no existe.
No existe y, sin embargo, su existencia borra de pronto la otra ciudad, la inevitable, la incontestable. Esa calle es la entrada a la ciudad fantástica que duerme oculta, enrollada en la ciudad real como una serpiente. Esa calle vacía en medio de una ciudad bulliciosa, o recorrida por transeúntes que parecen sonámbulos.
Oablib es el reverso de la ciudad de la vida y es el espacio combinatorio de las posibilidades que aquella nunca hizo suyas.
Como las brujas de los cuentos populares que gritan "¡que no somos pero somos."
La calle que aparece al doblar una esquina ya no pertenece al callejero diario, ya no tiene nombre.
Es tal vez el futuro o el pasado o un mundo paralelo.
Es otra calle y quien la mira es otra persona.
¿A dónde conduce? Conduce a Oablib, pero cuando la atraviesas, has regresado a Bilbao.
Entras y sales por ella a la realidad que se impone con todas sus exigencias y sus condiciones.
Pero mientras dura la aparición, quien mira es tal vez alguien del pasado o del futuro o de una realidad paralela.
Oablib deja caer su sombra sobre la ciudad real —es decir, sobre la ciudad que nos impone sus condiciones y sus demandas— y al echar su sombra en ella, la califica y la altera, la prolonga por las largas avenidas del deseo y del miedo, de lo posible y lo imposible.
Oalblib habla de la ciudad concreta que es su reverso y habla de la Ciudad. Es un alfabeto de imágenes.
Lo hace del mismo modo en que la literatura fantástica comenta el mundo, completa el mundo y lo interroga.